Fuimos esa pareja tóxica. De esas que supuestamente, cuanto
más daño se hacían, más se querían.
A ti te gustaba ponerme celosa, y a mi hacer que te
enfadaras. A mí me gustaba morderte, y a ti pegarme. Eras capaz de empezar una
discusión que durara días por cualquier gilipollez. Luego decías que te
encantaba ese juego de besos y caricias como reconciliación. Pero a mí no me
hacía gracia como me hacías sentir; tenía miedo de perderte, perderte de la
noche a la mañana, eres tan imprevisible. Y eso lo odiaba de ti; podías quererme
por el día, y por la noche serías capaz
de decirme que me has engañado con otra. Lo peor es que así sucedió.
Y ahora tienes la cara de volver como si nada, diciéndome
que he cambiado. ¿No te das cuenta de que he cambiado mi forma de ser contigo, y
no en general? Yo sigo siendo la misma hija de puta de la
cual te enamoraste.