miércoles, 17 de octubre de 2012

Después de tanto tiempo no había olvidado ninguno de sus gestos. Los recordaba tal y como eran; e incluso llegaba a recordar el tiempo exacto que duraba cada uno. Volver a verte fue como volver a caer. No quería admitir ante nadie que al rozarme el infierno se congelaba, y el puto diablo moría por un segundo. Que un abrazo suyo era provocar un puto terremoto en el cielo. Y que volver a rozar sus labios podría destruir todo el universo, o incluso crear otro nuevo. 
Sabía que su mirada podía destruirme hasta los malditos sentimientos, por eso evitaba que nuestros ojos coincidieran en la misma dirección. Pero soy tan idiota que bajo la mirada a tus labios, y los putos pecados capitales me recorren por todo el cuerpo. Y ahí es cuando opto por correr antes de acabar ardiendo. Digamos que los 100 metros lisos se me dan demasiado bien.
¿Pero qué pasa? Que me canso de correr. Que después de los metros, vienen los putos kilómetros. Y no, no quiero estar tan jodidamente lejos de ti. Me niego. Que la distancia nunca me sienta bien, al igual que los pantalones rosas. Y si algo no lo quiero, no lo acepto. Así que, sintiéndolo mucho, voy a estar a tu lado.