domingo, 9 de junio de 2013

Veía como volaba hacia el confín y sentía envidia. Él también lo deseaba: quería planear libre hacia donde quisiera sin que nadie se lo impidiera. Pero no podía, nunca pudo. Se sentía atrapado entre el vaivén de los días sin sentido, de la prisa y de la gente que apenas pensaba en otra cosa que no fuera el parné.

"Apenas viven", pensó. Y que razón tenía, sus vidas están controladas por la persona que está en un escalón más alto que ellos y, por desgracia, moran con la ilusión de ir subiendo peldaños en la lista del jefe cuando éste solamente se ríe de ellos.

"Crédulos de mierda, os están vejando de una forma inhumana y vosotros no desaprobáis sus acciones", refunfuñó entre dientes. No podía sentir otra cosa que no fuera pena por ellos. Pena y asco. Pero siempre pasaba del tema, no era de su incumbencia. Él solo quería desaparecer de esa parte de la sociedad. Quería su propio mundo en el que no importaba si estaba roto, vacío o si iba solo por la calle.
Solamente quería estar él, la música y sus libros. Nada más.


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