martes, 30 de diciembre de 2014

Ahora.

Conocí a la certeza en la barra de un bar. Compartimos secretos, cervezas y hablamos del amor. Yo no sabía siquiera qué era el amor, y a día de hoy sigo sin saberlo. No quiero definir el amor por mis experiencias pasadas, porque eso no pudo ser amor. Aquello solo me supo como un yogur caducado que me dio una indigestión.
Después de aquello iba tan borracha que acabé follándome a la realidad en el baño de aquel antro. Al terminar me llamó valiente, yo lo negué y salí por patas de allí. Que una vez me atasqué en un abrazo y no quería que volviera a ocurrir.

Construí mi propio refugio a la izquierda de mi pecho y en el folio. Desde entonces no hay quién me saque de él. Me rompí el pecho sabiendo que en él solo había desierto y acabé comprobando que cuando anochecía era todo tan frío como cualquier noche al raso en pleno diciembre. Por ello, siempre acabé guardándome para mí misma a fin de sentir algo cálido.
Me adueñé de la indiferencia y la hice tan mía, que ya no puede salir de mí. Me reí a carcajadas de vosotros y vuestras opiniones sin criterio. Digamos que también intenté alguna vez que alguien entendiera mi libertad y el por qué todo me la suda tanto, pero aquello solamente acabó tirado en un banco sonando a renuncia.

Ahora que cualquier gemido suena inarmónico, que solo me hacen vibrar los libros y que la palabra abismo suena como llegar a casa y abrir la puerta. Ahora que escribo en pasado pero es tan presente. Ahora que me siento tan eterna e inmensa que no podría ser parte de alguien. Ahora que la música y el escribir es lo único que me sabe a pisar tierra firme. Ahora que siento pájaros brotar dentro de mí y la libertad grita salir a flote.

Ahora.
No podría quererme mejor.

1 comentario: