jueves, 3 de octubre de 2013

Que cómo, y yo diría más bien que quién.

Me preguntan
que cómo me salve la vida.
Yo diría más bien que quién lo hizo.
Aunque no estuviera en apuros
llegaste tú y me hiciste ver
que mi barco ya no estaba a la deriva.
Y vi la playa.
Y noté la brisa del mar.
Esa que siempre ha estado
pero que nunca he notado.
Y por eso me cago en los muertos de Cupido
por no haber hecho que te conociera antes.

Deberíais sentiros afortunados cuando encontréis
a alguien que haga que cada abrazo
sea una recarga de felicidad.
Cuando miréis el minutero del reloj
y os deis cuenta de que
queda menos de un cuarto de hora para su abrazo
y os dé un subidón de adrenalina.

Yo me siento afortunada.
Y podría pasarme los segundos manifestando
el por qué me siento dichosa de tenerte.
Y por ello,
tengo más besos pendientes en tu espalda que.

Aprendí a hacer oídos sordos cuando sonreías así.
Y mientras que tu sonrisa brille más que el resto,
me da igual el qué dirán.
Que ladren como perros hambrientos,
que yo soy la única que sabe lo que es la felicidad
porque tú eres la mejor receta contra el desconsuelo.

¿Y qué culpa tengo yo?
Si con cada verso que te escribo
se me pone más rojo el corazón
de tanto quererte.
Eres capaz de convertir el invierno
en primera
con tan sólo un beso.
Y sólo con el roce de tu nariz en mi cuello
consigue que tiemble
en pleno verano
a cuarenta grados.

Así que comprende por qué dormir sin ti los domingos lo llevo muy mal.
Y, al día siguiente,
me es imposible llamarlo buenos días si despierto
con el otro lado de la almohada vacía.
Por ello,
prefiero alquilarme un piso en el hueco de tu cuello
y quedarme a vivir.

Que cada día es una película
y tú eres mi protagonista favorito en cada uno de ellos.

1 comentario: